16 de abril de 2008

Autodidactismo

Certificacion profesional,responsabilidad y compromiso.

Si bien acreditar nuevas competencias y actualizar habilidades en el ejercicio profesional son necesarias frente al mercado de trabajo cada vez mas competido. Cierto es, tambien que un profesional, y de la Economia particularmente, siempre debe ser un fiel estudioso de su sociedad y evolucion si realmente quiere incidir responsablemnte en su desenvolvimiento, y mas aun, si pretende aportar en su mejora. La maestria en la ejecucion del quehacer hace al profesional, no los titulos. Por eso es interesante reflexionar en la narracion que presentre el maestro Zuñiga.

José Alvarado y el autodidactismo
Guillermo H. Zúñiga Martínez

Transcurría el año de 1972. Tenía que viajar a Monterrey. El motivo consistía en difundir las ediciones del INJUVE. “-Vete en tren -me dijo el sub-Director administrativo del instituto-, porque para avión no hay, o si prefieres viaja por carretera.” Acepté ir a la estación de Buenavista en el Distrito Federal, para comprar el pasaje y desplazarme en ferrocarril. Recuerdo que partía a las 20:30 horas; con el estimado y formidable cantante y guitarrista José Luis López Contreras -quien me acompañaba para promover la lectura entre las nuevas generaciones de regiomontanos-, llegamos casi barriéndonos para abordarlo.

Una vez instalados, decidimos ir a cenar algo al vagón destinado para comedor y bar; también era un lugar para fumar, lo que en aquella época hacían con libertad hombres y mujeres, porque ahora, con la Ley Antitabaco, está prohibido hacerlo en locales cerrados. Pedimos un emparedado y un refresco. De repente fijé los ojos en un ser humano que me llamó la atención, quería saber quién era, de quién se trataba, hasta que identifiqué su imagen con la fotografía que publicaba en sus artículos semanales la extraordinaria revista Siempre! que dirigió, durante mucho tiempo, el respetado Jefe José Pagés Llergo, periodista formidable, quien logró reunir a verdaderos talentos que utilizaban su pluma para analizar los problemas nacionales e internacionales; era una delicia leerlos y releerlos cada ocho días. Me dije: “Este señor es José Alvarado” y entonces hice lo posible por entablar diálogo con él. Iba solo y en su mano sostenía un vaso con un líquido que a lo lejos se apreciaba era una “cuba”, la que apuró y fue cuando me atreví a saludarlo para presentarle mi respeto.

“¿Me puedo sentar junto a usted, maestro?” “¿-Porqué me llama usted así, joven?” “Porque es lo que me parece cuando escribe; cada artículo suyo es un compendio de enseñanzas para quienes somos aficionados a la redacción de artículos y cuentos”. El hombre de Lampazos, Nuevo León, donde nació en el año de 1911, me expresó secamente: “-Gracias” y en ese instante, de manera titubeante, le invité otra cuba. “-La acepto” -Afirmó. Pedí le sirvieran al distinguido intelectual mexicano, y le comenté: “-Fíjese usted que aún recuerdo el editorial que tituló “Los Huevos Rancheros y la Política”. El escritor sonrió y me explicó: "Lo hice con gusto, porque en los restaurantes, principalmente del Distrito Federal, casi todos los días se reúnen los hombres públicos para intercambiar juicios, ideas, conceptos; construyen y destruyen la república, generalmente después de haber saboreado unos huevos rancheros”. Ya con cierta camaradería, quise plantearle un dato que me habían transmitido y que no es común en la vida cotidiana. “¿Le puedo inquirir sobre algo personal?” “-Hágalo, con confianza” –respondió, y entonces le interrogué: “¿Es verdad que usted fue Rector de la Universidad de Nuevo León, sin haber acreditado sus estudios con un título?” Entonces me comentó: “Es correcto, pero le quiero decir algo, los conocimientos y la inteligencia no los garantiza un papel; y le apunto algo más, mi caso es el único que registra la historia de la universidad de mi Estado natal. Yo asistí a la facultad de leyes algún tiempo, pero después abracé la carrera de periodista y me dediqué a estudiar por mí mismo, así es que lo que me ha preguntado es totalmente cierto”.

En Nuevo León, especialmente en Monterrey, los ciudadanos tienen gran reconocimiento por José Alvarado; en las páginas de la historia local se le recuerda como excelente rector, porque supo tratar a sus compañeros catedráticos e investigadores con sentido humano; irradiaba comprensión y sabiduría con los trabajadores de base; además, fue para ellos un amigo afectuoso, condescendiente, así es que cuando estuvo al frente de esa institución educativa, la universidad vivió una de sus mejores etapas en productividad, investigación y difusión cultural.

Un ciudadano sin título pero con sabiduría profunda dirigió muy bien los destinos de la máxima casa de estudios de la Sultana del Norte, lo cual significa que en la sociedad mexicana, como en otras latitudes, existen personas que cuentan con preparación envidiable, son inteligentes, sensibles y cultas, sin necesidad de un título universitario, por lo que es incorrecto generalizar en el sentido de que solamente saben los que poseen pergaminos y grados académicos. Eso sólo lo afirman quienes creen que el prestigio se logra por los documentos que cuelgan en las paredes de sus oficinas y domicilios.

Por otra parte, craso error sería negar la trascendencia de las universidades; abundo, deben ser cada día más representativas y ligarse a las necesidades del pueblo y a las exigencias de su desarrollo, pero también es cardinal buscar nuevas vías para acercar técnica, ciencia y cultura a la población adulta marginada.

Lo importante es que el autodidactismo y la autorresponsabilidad en el estudio sean fuertes, vigorosos y alcancen la sistematización necesaria para convertir en hábito el deseo perenne de ser mejores cada día.

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