21 de diciembre de 2007

Economia Mexicana y Monopolios

Victor Flores Olea en su colaboracion a "El Universal" publicada el viernes 21 de los corrientes toca un tema espinoso para los estudiosos de la economia: Los monopolios y el desarollo en Mexico.

Contrario a lo que algunos presumen acerca de nuestras grandes empresas privadas mexicanas y aún extranjeras en territorio nacional como expresiones del desarrollo economico y del progreso de Mexico, Flores Olea llama la atencion a los efectos adversos que estas crecientes organizaciones causan al país.

A partir de visión se explica como resulta ilusorio superar la pobreza y el empobrecimiento de las mayorias, sin acotar la fuerza de estas organizaciones económicas y politicas. Más aún cuando las capacidades del Gobierno, incluyendo la ideologica, para regularlos resulta ineficaz frente a este fenomeno.

Sin duda que proponerse todos los impulsos posibles a la organizacion social de pueblos, comunidades y gremios de productores y laborales, pasando por los de profesionales incluidos los economistas, asi como de consumidores y usuarios de servicios especificos; surgen como escenciales a una estrategia de resistencia a la exclusion social y al deterioro del nivel de vida de las mayorias de mexicanos. Esto sin dejar de lado que desde hace casi un siglo la carta magna mandata los derechos a la alimentacion, salud, educacion, vivienda, empleo y salario como producto de una revolucion social sin precedente.

Recién en la Cumbre Iberoamericana 2007 celebrada en Chile se trato el tema "Cohesion Social" en la mesa de Jefes de Estado, con el cuestionamiento que el progreso que se observa en la region no alcanza a las mayorias y menos contribuye a diminuir las diferencias.

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Adam Smith contra los monopolios
Víctor Flores Olea
El Universal.Viernes 21 de diciembre de 2007

Hemos escuchado decir abundantemente que Adam Smith es el “padre” del mercado como necesario al desarrollo. Pero una lectura más atenta del economista inglés, nos lleva a la conclusión de que Smith era en efecto partidario de lo que él llamó, como figura ideal, el “mercado perfecto”, donde por supuesto operaba la “mano invisible” para lograr los “naturales” equilibrios en que se desarrollaría armoniosamente esa economía de mercado. La principal corrupción o negación del mercado, a sus ojos, resultaban indudablemente los monopolios, para él aún más nefastos que la intervención del Estado, que debería participar en la vida económica para eliminar los obstáculos más serios al desenvolvimiento del mercado y de la economía, y en primerísimo lugar los monopolios.

Una multitud de razones nos llevan al comentario. ¿Por qué en México las tasas de crecimiento y desarrollo han sido tan bajas en los últimos años, mucho menores que las de la mayoría de los países sudamericanos, y muy inferiores a los de la inmensa mayoría de países del extremo oriente? Esta pregunta se las han formulado recientemente la CEPAL y la OCDE, y las respuestas son abrumadoramente coincidentes: por la existencia de monopolios que impiden la efectiva competencia, y que son también causa de las profundas desigualdades sociales en México.


Francois Bourguignon, vicepresidente del Banco Mundial, dijo hace poco: “Las élites que tienen capturada la actividad económica en México son una de las causas de que la inequidad en el país sea tan extendida. Los monopolios rompen la posibilidad de desarrollo y de un crecimiento con mayor igualdad, desaceleran el crecimiento y generan más desigualdad”. Ideas semejantes han sido formuladas por incontables comentaristas y expertos en cuestiones sociales.


En recientes escritos hemos hablado del impresionante descrédito ciudadano en que están los principales poderes del sistema de gobierno mexicano: la Suprema Corte con la “no prueba” de la violación de derechos humanos de Lydia Cacho y, por tanto, con la práctica absolución del gobernador Mario Marín; con la casi total falta de liderazgo del ejecutivo para llevar al país a un desarrollo intenso, sostenido y desde luego más equilibrado y justo; en el caso del legislativo sería interminable mencionar sus pifias de consecuencias negativas para la historia del país: por ejemplo la “casi” aprobación de una reforma judicial que tal vez tenga algunos aspectos positivos pero que dará lugar (opinión generalizada, experta o no) a flagrantes violaciones de los derechos humanos en México.


A esto habrá que añadir la nula eficacia de la Comisión Federal de Competencia para aplicar los instrumentos jurídicos de la legislación a fin de reducir (ya no digamos desmembrar) los monopolios más importantes del país, que eliminan la competencia y son verdaderos Estados dentro del Estado, con poderes casi ilimitados. Sería largo mencionar a los autores e instituciones actuales, incluyendo a la ONU y al Banco Mundial, que señalan a los monopolios como obstáculos fundamentales al desarrollo, a la competencia real, a la igualdad y a la democracia. Y a quienes han señalado a los monopolios como el principal obstáculo del desarrollo económico y político de México.


Quienes en el país y fuera denuncian la presencia de los monopolios no dejan de hablar, por supuesto, de las telecomunicaciones, los bancos, el cemento, el maíz y una multitud de servicios controlados por una empresa o consorcio empresarial. Para los neoliberales tal es el acertijo mayor a resolver: no se puede sostener el mercado y las privatizaciones si nos conducen indefectiblemente al control monopólico de la producción y la distribución, como ha ocurrido en México.


Hemos de recordar que el Financial Times de Londres, días antes de la entronización de Felipe Calderón como Presidente de la República, sostuvo que la mayor dificultad para su gobierno no se encontraba en su calificación de ilegitimidad, encabezada por la oposición de López Obrador, sino en la existencia de grandes concentraciones de riqueza y en monopolios que no cedían un ápice de sus privilegios. Sigue siendo fundamental para Calderón eliminar los monopolios en México, que cancelan la competencia en el mercado, imponen condiciones que son leoninas, imponen la desigualdad que vivimos, frenan el desarrollo económico y el avance de la democracia.


Siendo tan fuertes y arbitrarias, además, que de acuerdo con la Auditoría Superior de la Federación, en 2005 no pagaron impuestos por 105 mil millones de pesos 16 poderosas empresas entre las que se encuentran Wal Mart, Grupo México, Bimbo, Telmex, los dos consorcios de televisión, Televisa y Tv Azteca, el periódico Excelsior, Cementos Mexicanos, Kimberly Clark, Industrias Monterrey y Modelo de México.


Además, como es evidente, que la privatización extranjera de la banca en México ha producido de facto enormes monopolios en el sector financiero.


Los medios proclaman que no hay otro camino al desarrollo que el del mercado, sin saber que el gran pensador de la economía liberal, Adam Smith, repudiaba los monopolios como los grandes obstáculos de un mercado digno de ese nombre y del desarrollo y, sobre todo, de provocar desigualdades sin fin.

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